lunes, 18 de junio de 2007

DE LA CELEBRACIÓN DEL CENTENARIO AL PROYECTO DE CONMEMORACIÓN DEL BICENTENARIO.

Imponiendo imaginarios fracasados, tratando de solucionar traumas con festejos.


* Texto aportado por Esteban Cruz (Antropologo UN-Estudiante de la Maestría en Historia Puj)


Una tarde bogotana, de esas que aun existen, pero con más frió, lluvia y niebla. El entonces presidente Rafael Reyes con su sombrero negro y su bigote escrupulosamente cortado, inauguró oficialmente las celebraciones del centenario de la independencia de Colombia. Corrían rápida y fugazmente los días de 1910 y el país ansiaba borrar de su memoria calamidades y pesadillas.

Las batallas que años atrás asolaron campos y bañaron de sangre ríos, mesetas, quebradas y montañas aun residían en los recuerdos de la mayoría de los colombianos. Las reminiscencias de la guerra de los mil días que apenas había acabado, se hacían latentes en cada coronel de alpargata que se moría de hambre esperando su pensión y en el dolor de millares de viudas, hermanos, hermanas, suegros y huérfanas de la hecatombe que se desató a finales del siglo XIX.

Remembranzas colectivas que se tornaban aun más tórridas y dolorosas cuando se recordaba la separación de Panamá, el despojo de nuestro departamento olvidado pero glorioso. Glorioso porque fue durante muchos años lo que fue el salvaje oeste para los norteamericanos. Pues mientras el siglo XIX se movía lentamente a lomo de mula, caballo, indio y pata, generaciones de comerciantes de todos los Estados Soberanos primero y de todos los Departamentos después, partieron al istmo para establecer sus casas comerciales y de negocios, para emplearse en la construcción de ferrocarriles y del canal interoceánico.

En partir y volverse rico en Panamá o Colon, también había pensado el joven Reyes años atrás en su pueblito olvidado de Boyacá, cuando aun no discurrían entre sus sueños y ambiciones el tener algún día las riendas del gobierno de un país que para algunos requería ser nación y que para otros representaba solamente una manera de hacerse a fortuna, gloria, cabezas de ganado y tierras.

La celebración del primer centenario estaba dirigida a mostrar una Colombia pujante, industrial, ingeniosa y “moderna”. La conmemoración se enmarca en este contexto, en este horizonte social y político. Se construye desde las elites con el fin de conmemorar la nación, la unidad y el empuje de la “patria”. Centenares de visitantes arribaron a Bogotá para visitarla en un movimiento de turismo culturar con pocos precedentes para nuestros escarpados terruños. No obstante algunos de ellos (los visitantes) se sentían decepcionados pues la exposición y la inauguración de decenas de monumentos no parecía una apoteosis más deslumbrante que lo que una buena totumada de chicha acompañada con un plato de pelanga y papa pudiesen ofrecer, dando a entender con ello que en esta festividad todos los colombianos no parecían caber.

No obstante lo que se vino encima después de la celebración no fue una Colombia, industrial, ingeniosa y “moderna”, sino una republica que poco a poco se deslizó hacia un periodo en el que las fuerzas reaccionarias gobernarían hegemónicamente durante décadas (hegemonía conservadora), incrustando en el estado a las elites conservadoras y al clero, y excluyendo a humanistas, librepensadores e intelectuales de vanguardia (recuérdese la relación Iglesia – educación – estado).

Hoy casi cien años después, la celebración del bicentenario se plantea también como una estrategia política. En esta época, nuestra época, vivimos otro acontecimiento que tampoco es inocente o carece de contexto. Basta ver los argumentos de los funcionarios del estado para correr la fecha, para entender el porque no se quiere celebrar en el 2010. Porque se enarbolan datos y acontecimientos refractarios, pequeños y encadenados en un rosario de datos acomodables para justificar un cambio espacial del ejercicio conmemorativo. Basta ver las proyecciones y planes que se construyen para el año 2019, fecha en la cual Colombia debe ser un país en paz y tranquilidad, con inversión social y constituido como un estado “comunitario”.

Cabe entonces preguntarse a manera especulativa; ¿Qué habría pasado si Panamá no se hubiese separado de Colombia en la fecha que recordamos sino tres años después y si la guerra de los mil días hubiese sido de 10.000 días?, en ese caso ¿que fecha se habría celebrado en el siglo pasado?


Bibliografía.

REYES RAFAEL. Memorias, 1850-1885. Compilador, Ernesto Reyes Prieto. Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1986.

COLON LLAMAS LUIS CARLOS. et.al. Metamorfosis de una ciudad. La ciudad de la luz Bogotá y la exposición agrícola e industrial de 1910, IDCT, Bogota. 2005.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En el texto de Esteban Cruz se mencionan dos elementos que sería interesante tener en cuenta en nuestras discusiones. El primero de ellos es la relación directa entre los acontecimientos políticos ocurridos en el pasado reciente y el papel que ocupan las celebraciones. Podría ser muy interesante investigar esa relación en la primera celebración del centenario y en nuestros días, tal vez se encuentren pistas sobre el proyecto de Nación que se está queriendo montar.

Un segundo elemento que podríamos seguir es la exclusión de sectores sociales en las celebraciones, un buen comienzo es el texto que publicó Santiago, aunque sería interesante revisar la celebración del centenario y el actual proyecto estatal a la luz de algunas propuestas expuestas en los estudios subalternos.

Carolina