jueves, 3 de mayo de 2007

El sentido de las celebraciones de la independencia

Rigoberto Rueda Santos, comentario de lectura Medófilo Medina. “El sentido de las celebraciones de la independencia”, en Bicentenario ¿Qué celebrar?. Comité Bicentenario, 2007

Medófilo Medina promete desde el titulo de su texto una reflexión acerca del sentido de las celebraciones de la independencia. Y en efecto, la primera parte de su artículo parece tener ese propósito. No creo que logre exhaustivamente tal objetivo, pero deja anotadas varias puntadas. En primer lugar, que tales celebraciones “siempre se relacionan con las preocupaciones centrales en el momento en que se producen” . Esto es evidente en el caso del primer centenario, atravesado por la herencia de la guerra de los mil días y la separación de Panamá, y creo, desde luego, que la idea puede extenderse hacia nuestro proyectado bicentenario. Un segundo aspecto que destaco es el que las celebraciones dejan lo que Medófilo llama una “huella historiográfica”. Huella no solo variada sino divergente, en tanto las celebraciones constituyen la oportunidad de que se expresen las corrientes que se disputan incidir o posesionarse como el relato nacional. En ambos sentidos, como expresión de “las preocupaciones centrales del momento” y como ocasión de producción historiográfica explícitamente intencionada, toda celebración es eminentemente política, interpela al poder de turno.
Aunque sucinto, y seguramente insuficiente, rescato el “balance” historiográfico que presenta Medina. Los 150 años desde la Independencia dieron lugar a diversas visiones del pasado nacional, desde la apología patriótica e hispanista con su afán por construir héroes, pasando por la corrientes “revisionistas” conservadora, militante y nostálgica del pasado colonial, y la liberal de izquierda, con su incorporación de los sectores sociales antes excluidos de las explicaciones históricas, hasta las marxistas, con un desigual aporte y de las que Medina reciente la ausencia de trabajo con fuentes nuevas a las de las corrientes tradicionales .
Explicado, entre otras, por la falta de un desarrollo profesional de la historiografía como disciplina, el centenario produjo una memoria oficial de la nación, menos contestada, menos polémica, inscrita en los cánones patrióticos que heredaba del siglo XIX y en la que se siguieron formando los colombianos de la primera mitad del siglo XX, a partir de manuales escolares. Así, la interpretación de José Manuel Restrepo se perpetúo en dos vías: la obra de la Academia Colombiana de Historia y las continuas reediciones del libro de texto escrito por Henao y Arrubla quienes continuaban la impronta decimonónica: una historia orientada al pasado y centrada en el culto a las grandes personalidades . Y en cuanto al balance que Medina hace de la producción historiográfica del sesquicentenario vale la pena retener lo que él encuentra, con excepciones, como elemento común a toda ella: una “visión nihilista” que consideró que la independencia “no valió la pena, la explotación continuó, se crearon nuevas formas de independencia, etc.” .
Ante la certidumbre de que es inevitable que el tema de la celebración esté atravesado por intereses políticos, Medina propone a los historiadores una conducta de cara al segundo centenario que bien merece discusión: antes que actuar como representantes del verdadero conocimiento y pretender decir a los demás qué es lo que deben hacer, la actitud debería ser la de desnudar las trampas subyacentes al uso político de la construcción histórica. Identificar esas trampas es el necesario aporte del historiador, un aporte al “necesario conocimiento”. Puestos en situación “realista”, los historiadores, además, no deben suscribir cualquier celebración, sino “mantener una aproximación crítica a fin de ver que hay detrás de esto, señalado los diversos elementos y aciertos que a veces también hay en esas celebraciones” .
Medófilo termina con una propuesta de investigación: “el estudio de las condiciones históricas reales en que inician su vida independiente nuestros países y nuestros pueblos”. Esto es, la consideración de las condiciones reales sobre las que se emprendió la construcción de instituciones liberales por parte de las elites y contra las que chocó este discurso del deber ser, habida cuenta de “un desfase colosal, una asimetría tremenda entre objetivos, metas y las posibilidades reales con que se contaba”. Son entonces necesarios los trabajos que comparen los comienzos de la independencia con la etapa posterior, determinando de donde arrancó, con qué limitaciones, la construcción del estado nacional . En mi opinión, estas cuestiones están en dirección, ¡por fin!, a la pregunta por el qué celebrar. Y lo hace buscando superar las respuestas simplificadoras acerca del carácter de la Independencia, que es en lo que reside su valor.
Es precisamente el carácter de la Independencia lo que debe definirse a la hora de pensar en qué celebrar. En gran medida, las respuestas a la cuestión han sido dicotómicas: no hay nada que conmemorar, y por el contrario estamos en mora de una verdadera independencia, dada por ejemplo la continuidad económica y social de la colonia hasta bien entrado el siglo XIX o la situación neocolonial que mantiene el país hasta nuestros días; la otra postura, con sus variantes, concibe el 1810 como una ruptura política fundante del ser nacional. Las dos respuestas adolecen del mismo tipo de reduccionismo, aunque éste sea de signo contrario: ignoran las fluidas relaciones entre economía y política en su despliegue histórico .
El primer tipo de respuesta se etiqueta como “economicismo”. Desde esta interpretación, que enfatiza en la continuidad de los modos de producción y de las formaciones sociales, y en la permanencia de la dominación social colonial que perdura en las nuevas repúblicas, la independencia política de 1810-1830 no tuvo ningún significado histórico sustancial. De este modo, apunta Marco Palacios, la coyuntura de la independencia pasa desapercibida y el cambio político "queda sepultado bajo la gruesa capa de las estructuras sociales" .
La segunda clase de respuestas comparte la versión liberal que ignora toda relación entre los órdenes económico y político. Se trata, en su acepción más tradicional, de interpretaciones “voluntaristas”, que descansan en el tratamiento de sucesos o de personajes providenciales que deciden el curso de los acontecimientos.
Por el contrario, la propuesta de Medina evoca un texto de Palacios en el que plantea que para no tratar la independencia política como un "no pasa nada", debe considerarse lo que tiene de "ruptura neta e irreparable" con respecto a la época colonial. Lo que significa, analizar la Independencia "desde el ángulo de la especificidad de lo político, de la autonomía y eficacia relativa que las mentalidades, las ideologías y los proyectos sociales guardan en relación a la base material de la sociedad" . Al considerar la “especificidad de lo político”, sin dejar fuera de perspectiva lo económico pero considerando su relativa autonomía, Palacios propuso una lectura en la que no hay lugar ni a la sobredeterminación económica de los fenómenos políticos ni a las interpretaciones que ignora toda relación entre estos ámbitos. Las interrogantes de Medina quieren zanjar la dicotomía y abordar el carácter de la Independencia sin prejuicios reduccionistas y a partir de la investigación histórica.

Medófilo Medina. “El sentido de las celebraciones de la independencia”, en Bicentenario ¿Qué celebrar?. Comité Bicentenario, 2007, p.21
Medófilo Medina. “El sentido de las celebraciones de la independencia”, pp. 19-21
La "Historia de la Revolución de la República de Colombia", de José Manuel Restrepo, fue publicada inicialmente en 1827 y a lo largo del XIX tuvo otras ediciones. Alfonso Múnera ha señalado cómo la obra de Restrepo fijó los mitos fundacionales que han sido repetidos hasta hoy, e incluso aceptados tácitamente por muchos historiadores; para el desarrollo de su argumentación ver la “Introducción” del ya citado El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1810). Para una lectura inicial sobre el papel de la Academia, Hans-Joaching König “Los caballeros andantes del patriotismo”, en Historia y Espacio N° 15. Jesús María Henao y Gerardo Arrubla publicaron su Historia de Colombia para la enseñanza secundaria en 1911, tras ganar un concurso auspiciado por la Academia de Historia.
Medófilo Medina. “El sentido de las celebraciones de la independencia”, p. 21
Medófilo Medina. “El sentido de las celebraciones de la independencia”, p. 22
Medófilo Medina. “El sentido de las celebraciones de la independencia”, p. 23-24
Oscar Oszlak. La formación del Estado argentino. Buenos Aires, editorial Belgrano, 1982, p.8
Marco Palacios. “La fragmentación regional de las clases dominantes en Colombia: Una perspectiva histórica”, en Estado y clases sociales en Colombia. Bogotá: Procultura, 1986, p. 88
Marco Palacios. “La fragmentación regional de las clases dominantes en Colombia: Una perspectiva histórica”, p.89

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